- 6 huevos "L"
- 4 sobres levadura Royal
- 1 kg. harina de repostería
- Ralladura de 2 limones
- 18 cucharadas azúcar
- 18 cucharadas zumo de naranja
- 18 cucharadas aceite de oliva
- Sal
- Aceite de girasol
- 1 cucharada esencia vainilla (opcional)
- Matalahúva/ anís en grano (opcional)
- Canela en polvo
- Sal
- Aceite de girasol
- 1 cucharada esencia vainilla (opcional)
- Matalahúva/ anís en grano (opcional)
- Canela en polvo
Elaboración:
En una sartén, vertemos un vaso de aceite de oliva y lo ponemos a calentar junto con una cáscara de limón. Cuando veamos que la cáscara se haya tostado, apartamos del fuego la sartén y reservamos el aceite.
En otro recipiente añadimos la harina y la levadura; con la ayuda de unas varillas de mano, integramos y de igual modo, reservamos.
En una zafa de toda la vida -como la que veis en la imagen más abajo-, se echan las yemas de huevo y el azúcar; mezclamos enérgicamente con la varilla de mano, e incorporamos el zumo y el aceite frito-por este orden-; batiendo siempre en el sentido contrario a las agujas del reloj, hasta que se mezclen bien (mi madre siempre me lo recuerda... alguna ciencia tendrá :p).
En otro recipiente, se montan las claras con una pizca de sal. Una vez montadas, se las añadimos a la masa anterior junto con el limón rallado; cogemos una espátula grande de madera, y hacemos movimientos envolventes.
A continuación, vamos añadiendo la mezcla de harina y levadura; cuando esté cogiendo
cobertura, y la espátula ya no nos dé mas de sí, pasaremos al amasado manual. Con nuestros puños y con los dedos hacemos hoyos en la masa para que se integre bien.
Podemos añadir un poquito mas de harina; tenemos que ver si la masa la admite. Según mi madre, el punto exacto es aquel en el que la masa alcanza una textura que se te empiece a quedar pegada en las manos, pero sin llegar a tal extremo; y debe de estar blandita. Por eso, como he comentado anteriormente, no os paséis con la harina, ya que la masa se nos quedará dura. Con un par de veces que los hagáis, le cogeréis el truco. Todo es ponerse ;)
Podemos añadir un poquito mas de harina; tenemos que ver si la masa la admite. Según mi madre, el punto exacto es aquel en el que la masa alcanza una textura que se te empiece a quedar pegada en las manos, pero sin llegar a tal extremo; y debe de estar blandita. Por eso, como he comentado anteriormente, no os paséis con la harina, ya que la masa se nos quedará dura. Con un par de veces que los hagáis, le cogeréis el truco. Todo es ponerse ;)
Con un trapo tapamos la zafa durante 1 hora para que asiente
la masa.
Pasado ese tiempo, en una sartén grande, echaremos 2
litros de aceite de girasol, con una rodaja de limón, o de naranja, o incluso un coscurro de pan; así sabremos cuando está caliente el aceite.
Se hacen bolas pequeñas del
tamaño de una yema de huevo; esparcimos harina sobre la encimera, y las colocamos sobre ella.
Para hacer los roscos, cogemos dos bolitas de masa, y las colocamos la una encima de la otra. Presionamos con los dedos índice y pulgar de cada mano y hacemos un agujerito, como vemos en las imágenes. También podéis coger un trozo de masa más grande en lugar de dos bolitas pequeñas; ya es cuestión de gustos. Yo os muestro como los hacemos en casa.
Una vez hechos, los depositamos en una sartén honda con abundante aceite de oliva para comenzar a freírlos. Si teníamos a fuego fuerte la vitro, la bajaremos de temperatura a la mitad, para que se hagan bien por dentro. Una vez que suba el rosco, le daremos vueltas con una varilla alargada, para que así el rosco esponje y se haga más grande.
Dejaremos los roscos en la sartén dorándolo en primer lugar por un lado, y luego por el otro. Los sacaremos cuando veamos que la unión de las dos bolitas esté a punto de ponerse del mismo color que el rosco. Recordad, tened cuidado con la temperatura, sino se os quemarán.
Para hacer los roscos, cogemos dos bolitas de masa, y las colocamos la una encima de la otra. Presionamos con los dedos índice y pulgar de cada mano y hacemos un agujerito, como vemos en las imágenes. También podéis coger un trozo de masa más grande en lugar de dos bolitas pequeñas; ya es cuestión de gustos. Yo os muestro como los hacemos en casa.
Una vez hechos, los depositamos en una sartén honda con abundante aceite de oliva para comenzar a freírlos. Si teníamos a fuego fuerte la vitro, la bajaremos de temperatura a la mitad, para que se hagan bien por dentro. Una vez que suba el rosco, le daremos vueltas con una varilla alargada, para que así el rosco esponje y se haga más grande.
Dejaremos los roscos en la sartén dorándolo en primer lugar por un lado, y luego por el otro. Los sacaremos cuando veamos que la unión de las dos bolitas esté a punto de ponerse del mismo color que el rosco. Recordad, tened cuidado con la temperatura, sino se os quemarán.
Una vez fritos, los depositamos sobre una bandeja con papel absorbente, para después pasar al emborrizado. Para ello, los roscos deben de estar aún calientes. Así que tras una breve estancia en el papel absorbente, en un plato echamos azúcar y canela e integramos con la ayuda de un tenedor. Cogemos los
roscos y los rebozamos bien.
Los podéis dejar así, aunque yo particularmente los prefiero mojados con un almíbar de zumo de naranja que os detallo a continuación.
Roscos mojados:
Se cogen 2 ó 3 naranjas y se
exprime el zumo. Aparte, en un cazo con un poco de agua, se echan las cáscaras
de naranja cortadas y se deja hervir. Una vez caliente, se añade el zumo
exprimido y se deja un rato antes de que llegue a hervir. Se mojan los roscos
en el zumo y luego en el azúcar con canela y se sirven.
Estos roscos me los enseñó a hacer mi madre en uno de los típicos días de lluvia de invierno en mi pueblo, en el que no puedes salir de casa, y dices, "¿Qué hacemos niño?". Pues unos roscos, jeje!
Es una receta de tradición familiar, como puede ser las Migas, los Pestiños, o unas Papas a lo Pobre con sus morcillas y chorizos. Como siempre os digo, os animo a que los hagáis. A lo mejor a la primera no os sale. Todo es ponerse y cogerle el truco, asi que, ya sabeis ;)
Es una receta de tradición familiar, como puede ser las Migas, los Pestiños, o unas Papas a lo Pobre con sus morcillas y chorizos. Como siempre os digo, os animo a que los hagáis. A lo mejor a la primera no os sale. Todo es ponerse y cogerle el truco, asi que, ya sabeis ;)
Los roscos que veis en la imagen, los hice en Alemania allá por el mes de Octubre del año pasado; me salieron varias cacerolas, ya que entre viejos amigos de mis padres, y amigos y vecinos de mi tía, casi no salía la cuenta, jeje! Les gustaron mucho, y sobre todo porque no es la típica comida o postre alemán, como el Apfelstrudel.
Nota:
Torre de roscos |
"Centro de operaciones" |
Nota:
Es conveniente echarse aceite de girasol en las manos para que no se quede pegada la masa cuando se están haciendo las bolas.
La esencia de vainilla, como os he adelantado en los ingredientes es opcional. Yo nunca se la he echado, pero amigas de mi madre sí, y dicen que les da un toque distinto.
No echéis muchos roscos al mismo tiempo a la hora de freírlos, ya que sino, el aceite se os enfriará.
Si queremos menos roscos, disminuid la proporción de los ingredientes a la mitad. Os saldrán igual de buenos ;)
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